Las bellas, las duras y las maduras de Paloma
Por: Nicolás Polifroni Rois| @PolifroNico
|
Septiembre 7, 2014
Es
uribista hasta el tuétano, no le tiembla la mano para enfrentarse a los
contradictores del partido y considera incorrecto decir que por Álvaro
Uribe Vélez hay idolatrías o fanatismos. La senadora da cuenta del odio y
los amores que despierta el Centro Democrático y ratifica que van con
criterio de aplanadora en el Congreso.
Nacida
en Popayán, Paloma Valencia viene pisando fuerte en el Congreso. “Soy
súper uribista”, afirma. Es uno de los referentes que más resaltan del
Centro Democrático y, a pesar de ser su primera vez en el Senado, ya ha
protagonizado encontronazos de alto calibre. Es abogada y filosofa,
cuenta que de joven la levantaban en la noche los disparos, que viene de
una generación en la que todos querían salir de Colombia y que vio en
Álvaro Uribe Vélez “el mejor líder” que ha concebido este país, no
obstante señala que el expresidente le “rompió el corazón una vez”.
Asegura tenerle miedo a la privación de la libertad, a que los
colombianos toquen el “fondo del abismo”. De hecho casi no duerme, dice
que aunque sufre mucho se considera una persona bastante feliz. Se ríe
del ‘hacker’, de las marañas que de un lado a otro salen, le sacan canas
los medios y ‘detallitos’ de la reforma al equilibrio de poderes. La
senadora expuso las aristas de cómo es crecer en uno de los partidos más
queridos y odiados del país.
Confidencial Colombia: Sin lugar a dudas usted ha logrado
hacer eco en el Congreso. De hecho la he visto llamar la atención de
varios parlamentarios, especialmente la de Roy Barreras ¿de qué hablan
con tanta gracia cuando salen de plenarias?
Paloma Valencia: Él me hace chanzas de vez en
cuando. A pesar de que discrepamos en muchas cosas y que en los debates
hemos tenido diferencias siempre es bueno conversar y discutimos. No
tengo malas relaciones con congresistas de otros partidos, aunque no
puedo decir lo mismo de Vivian Morales pues me comparó con nazis, cuando
no lo soy.
C.C: Entre los odios y los amores que despierta el Centro
Democrático, ¿hay resentimientos por la avalancha de críticas que
reciben o porque a veces se les considera como un partido hostil, nazi o
perverso, por ejemplo en temas como el proceso de paz? ¿Cómo se vive
bajo esa presión?
P.V: Este un país es muy polarizado, así como a
Uribe lo quiere mucha gente hay otros que no lo quieren y existen unas
pasiones que enceguecen a las personas. Y es que este Gobierno ha hecho
cosas horribles, por ejemplo: ellos están con las Farc haciendo la paz y
dicen que los enemigos de la paz son los uribistas, eso es
completamente enfermo y da lugar a opiniones como la columna de Antonio
Caballero, donde más o menos nos califican como si fuéramos el otro lado
de la guerrilla. Nosotros no estamos armados ni matamos a nadie, somos
parte de la sociedad civil y los únicos que no quieren la paz son los
que sacan fusiles y matan gente.
Un país no puede creer que un partido no pueda tener ideas. Como aquí
el presidencialismo siempre ha sido fuerte y la oposición resultaba
inexistente, entonces se alarman porque es la primera vez en muchos años
que hay una oposición tan grande y con tanta gente. Ahora, el
presidente Uribe ganaba en primera vuelta sobrado pero el presidente
Juan Manuel Santos es uno que la gente no quiere, que depende de la
politiquería y que no tiene un liderazgo como el de Uribe. Lo que ha
hecho el Gobierno para tratar de compensar esa falta de liderazgo es
darle en la cabeza al Centro Democrático exageradamente, eso es una
situación muy atípica.
C.C: ¿Y por qué no medir ese pulso en escenarios como el
debate de presuntos vínculos del expresidente con el paramilitarismo
citado por Iván Cepeda? ¿El país necesita ese encuentro?
P.V: Uribe no ha estado con paramilitares, con esas
ganas que le tiene todo el mundo si lo hubiera estado ya lo habrían
agarrado. El problema es que Colombia tiene una autoestima baja y
siempre destruye lo bueno que tiene. Entonces, tratar de destruir los
símbolos, porque Uribe es un símbolo, resulta un acto atroz
Por ejemplo, si se encontrara algo terrible de James Rodríguez es
mejor no decirlo porque es mejor cuidar el símbolo del jugador que
destruirlo. Pasa igual con el senador,
En todo caso él no tiene nada que ocultar. Uribe es la antítesis del
paramilitarismo, de eso no hay duda, la oposición no lo ha querido
reconocer. Durante su gobierno todas las entidades públicas mejoraron y
es ruin que Cepeda diga que él es un para’, ahí sólo se ven conflictos
de intereses del senador del Polo y eso atenta contra el reglamento.
C.C:¿Cómo están los ánimos del Centro Democrático en lo corrido de la agenda legislativa tras el escándalo del ‘hacker’?
P.V: El ambiente es hostil sin embargo nosotros ya
veníamos de unas elecciones muy hostiles. Tenemos a los medios de
comunicación encima y con una persecución constante desde muchos lados.
En todo caso estamos contentos
Siempre he sido ajena a la teoría de la persecución porque eso me
parece que muestra algún tipo de locura, pero la verdad uno sí la
empieza a sentir. Los medios te golpean, he sentido que uno juega a una
cosa y los otros a otra. Por ejemplo en todo lo de la campaña negra (la
guerra sucia) me sorprende que el Centro Democrático figure como el que
hizo eso, cuando les genios del tema fueron todos del Gobierno con casos
como el candidato de la guerra o la de difusión de imágenes de Óscar
Iván diciendo cosas que no eran, sacándolo de contexto. Ellos no
presentaron una sola propuesta al país, nosotros presentamos iniciativas
sobre todo y ¿terminamos siendo los de la campaña negra?
C.C: ¿Conoció al ‘hacker’ Sepúlveda?
P.V: No, jamás. Vi a Lina Luna una vez, la esposa,
ella echó un discurso sobre las redes sociales. En efecto había muchas
críticas sobre el manejo de redes que tenía Óscar Iván Zuluaga porque lo
estaban volviendo pedazos todos los días, algo gravísimo estaba pasando
y todos habíamos pedido mayor atención a las redes de la campaña. Por
esa razón me invitaron a una reunión con Lina, ella nos dijo que JJ
Rendón tenía una estrategia negra y que iban a trabajar para mejorar la
imagen de Zuluaga. La verdad fue un poco de cháchara lo de Lina, yo me
fui porque estaba haciendo mi campaña todo el tiempo y nunca estuve en
otra reunión más sobre ese tema.
A mi juicio creo que se contrató al ‘hacker’ para que manejara la
seguridad y las redes, pero conociendo a Óscar Iván y a David (su hijo)
estoy totalmente segura de que jamás lo contrataron para nada ilegal
–entre otras cosas- porque lo que ha dicho Sepúlveda es totalmente
absurdo. Por un lado dice que nosotros necesitábamos una estrategia para
desbalancear el Gobierno, pero no creo que las redes sociales tengan
tanto poder.
Él dice que en tres meses más habría acabado con el proceso de paz
(…) pero que risa me da. No puede Uribe y sí va a poder Andrés
Sepúlveda. Ese señor de ‘hacker’ no tiene nada, es realmente un tipo que
habla paja. Ahora, dice que necesitamos labor de inteligencia para
dañar el proceso de paz, uno no necesita de eso para damnificar las
negociaciones porque los primeros destructores son las Farc. Me cuesta
trabajo entender que Sepúlveda diga eso, por ejemplo, la gente vio de
primera mano cómo en el Cauca sus habitantes oyeron los gritos del
policía que se estaba quemando vivo y para eso no se necesitan labores
de inteligencia. El país sabe quiénes son las Farc.
Pero lo más importante es que si fuera cierto que se contrató al
‘hacker’ para hacer campañas negras -de eso no tengo ni idea porque no
conozco el contrato- igual no habría ningún delito. Uno puede poner
gente en Twitter a decir que lo que pasa en La Habana es malísimo pero
eso no es delito. Si estuviera prohibido insultar en las redes desde el
uribismo tendríamos que pedir meter a la cárcel a miles de personas. A
mí me insultan todos los días y bloqueo 30 cuentas diarias, pero como
oposición tenemos todo el derecho de oponernos al proceso de paz por las
vías disponibles,
“La única vez que Uribe me rompió el corazón fue cuando apoyó a Horacio Serpa”
P.V: Votamos por Andrés Pastrana con mucha ilusión
pero fue evidente que las Farc nos mamaron gallo y utilizaron la fe de
los colombianos. Uribe nos devolvió el sentimiento de que sí se puede
salir adelante y ese sentimiento lo tuvo todo el país, por eso a él lo
quieren tanto. Su modelo de gobierno quiere a los ciudadanos pero ahora
hemos llegado al extremo de decir que es guerra aplicar la ley.
C.C: No obstante también se ha llegado al extremo de
escuchar que algunos sienten por él una especie de idolatría, un
fanatismo o incluso una obsesión que en últimas puede ser dañina…
P.V: No, eso es mentira. Esa idea que tienen los que
no son uribistas de que cuando Uribe entra a un salón todos nos
tiramos al piso para alabarlo es errónea. Adoro a Uribe, lo admiro, es
un hombre superior en mil sentidos pero en muchas ocasiones le digo lo
que no me parece. Hay una idea en la calle de que él dice “todos hagan
esto”, y eso nunca ha pasado. Él es receptivo, oye mucho, si lo tuviera
que definir en una sola palabra sería “oír”. Tiene una mente poderosa
que le permite entender la complejidad de las cosas como ningún otro
colombiano, eso completamente mágico.
Y por supuesto que hay un sentimiento de protección con él muy grande
porque le dan muy duro. Cuando la gente siente que lo van agredir se
cierran las filas y lo defienden.
Sumando todo lo que atravesamos día a día pues claro que vamos a
estar a la defensiva. Cualquier partido al que le hicieran lo que le
hacen al Centro Democrático respondería así. Somos agresivos porque
cuando eres chiquito tienes que ladrar y bien duro.
C.C: ¿Lo que dice Uribe se hace y punto, o es verdad que le bajó la fama de regañón?
P.V: Todo lo contrario, la gente piensa que si no se
hace lo que diga se le arma un lío, pero el presidente nunca manda, por
eso el liderazgo no lo gasta. A él le gusta que la gente haga y les
hace seguimiento, siempre muy tranquilo. De hecho si se le ha bajado el
genio, me la paso más brava yo que él.
| Foto: Nicolás Polifroni Rois, Confidencial Colombia |
Valencia señala que creció en la época dura de Popayán, donde los secuestros eran diarios y los disparos no la dejaban dormir.
“La pregunta es cuánto se está dispuesto a pagar por la firma de la paz de las Farc”
P.V: Los diálogos en La Habana tratan un tema de
precios. Uno tiene mirar con lupa cuanto les va a dar a las Farc y el
presidente Juan Manuel Santos se está excediendo. Cuando él habló de un
proceso de meses sin cese al fuego me pareció una locura, llevamos dos
años de negociación a la vista y otros dos de negociación escondida;
cuatro años donde siguen matando colombianos y ya se sabe que por esos
crímenes no van a pagar cárcel. Ese incentivo es perverso, si los
colombianos no ven voluntad de paz ese proceso será imposible de
aprobar.
Las farc vivían en la fantasía de que iban a derrotar al Estado y
llegar al poder por las armas. Poco a poco se dieron cuenta de que no
podrían y entonces viene la pregunta de si van a actuar por otros
medios. Pero lo hecho, hecho está, ya violaron la ley internacional y no
la pueden desconocer
C.C: ¿Si las Farc viven esa fantasía, cuál vive Santos?
P.V: El gobierno de Santos es muy lejano a la
realidad. Este es un país que sufre como un verraco y Santos no entiende
que está pasando afuera porque siempre ha vivido en Bogotá.
C.C: Y ahora que le da los últimos retoques a la visión del
partido de la reforma al equilibrio de poderes ¿siente que el Gobierno
la tendrá en cuenta?
P.V: Hay que quitarle las funciones nominadoras a
las cortes y acabar con el Consejo Superior de la Judicatura. Luego en
la rama jurisdiccional también se evidencia el fraccionamiento entre la
Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de
Estado. Ya no hay una sola rama sino tres. Consideramos importante
unirlas y fortalecerlas para que vuelva a construirse una rama del poder
público poderosa. Por eso se planea meterlas todas en el tribunal
constitucional supremo sobre la siguiente base: no debe ser un tribunal
de instancias sino de revisión de sentencias. Aquí se atienden todas las
tutelas contra las sentencias de toda la estructura y unifica la
jurisprudencia haciéndola obligatoria para toda la rama.
En Colombia hemos llegado a lo absurdo de que a casos iguales se les
aplica soluciones distintas por concepto de cada una de las cortes. Por
eso hay que hacer un gran tribunal en el que los magistrados tengan que
tener mínimo 50 años para entrar a la magistratura, 20 años de servicio y
con un régimen de inhabilidad muy fuerte que cierre la puerta giratoria
entre la justicia y la política para que se pueda construir una rama
jurisdiccional en todo el sentido de la palabra que merezca respecto y
admiración.
C.C: ¿Qué tipo de magistrados se requieren para ese tribunal?
P.V: La idea que tenemos es súper chévere. Son tres
las características que se necesitan: una parte de los magistrados
vendrá de la academia, otra de la carrera y una última por mérito. Esto
garantiza diferencia de criterios en la manera en que se tome la
justicia y asimismo hace que la academia empiece a preocuparse por la
rama jurisdiccional. También se abre la entrada un ciudadano que sea un
buen abogado y que tenga los méritos para entrar a la corte.
Por ejemplo, lo que queremos es que no entren todos al mismo tiempo
sino que haya un periodo de dos años entre cada magistrado que va
ingresando -esto aún no está reglamentado- para que cuando el primero
que entre cumpla sus ocho años de servicio, el segundo, que entró dos
años después, alargue las funciones a 10 años y así sucesivamente.
C.C: ¿Y quién vigilaría el organismo?
P.V: Primero se tiene que cambiar el Consejo
Superior de la Judicatura por una junta de administración que va a
estar, entre otras cosas, llevando las estadísticas, no solamente de
cuándo se resuelven sentencias sino de la calidad de los fallos con el
fin de hacer una buena vigilancia y ahí escoger los mejores.
C.C: ¿Qué le ha dicho el ministro Juan Fernando Cristo al respecto?
P.V: Le conté de qué se trata el proyecto en ámbitos
generales, ya se dará la oportunidad de ahondar, Él me dijo: “voy a
revisarlo para ver qué me sirve”, le respondí que bueno, pero nosotros
tenemos muy claro que el Centro Democrático no tiene las mayorías para
aprobar este proyecto, no obstante sí creemos que podemos aportarle a la
reforma con elementos importantes que tendrán que ser considerados,
porque están bien pensados. La idea es socializarlos con la academia,
las otras fuerzas políticas, las cortes y la gente para que se vayan
conociendo.
C.C: En la reforma presentada por el Gobierno, uno de los
puntos que genera mayor controversia es el de la elección del
procurador, según el escrito estaría en manos del Presidente ¿el
uribismo está de acuerdo?
P.V: Este punto me ha sacado canas, es en donde más
dificultades hemos tenido en el partido (…) nos ha costado trabajo. La
teoría dice que el procurador debe estar cerca del Presidente para poder
disciplinar a sus funcionarios. Esto es complicado, pero una de las
alternativas que tenemos es crear un nuevo Consejo de Estado, a parte
del tribunal supremo, que asesore al Gobierno y le de tips sobre cómo
actuar. Este organismo hace la terna, el Presidente elige y pasa al
Congreso para una ratificación o veto.
Una segunda opción es que a la Procuraduría la postule la oposición.
Es decir: aquel que quedó de segundo en las elecciones presidenciales
será quién nomine al procurador. Por ejemplo, si estuviera vigente este
decreto Óscar Iván Zuluaga habría postulado al jefe del ministerio
Público. El problema es que si la oposición es muy radical se empezarían
a destituir ministros y no se dejaría gobernar.
La tercera es que la corte presente la terna, pero sigue el problema
de cortes politizadas; esto supone dejar el tema tal y como esta. Otro
camino es hacer un concurso de méritos, pero en eso poco creo.
C.C: ¿Y cuál cree que sea la opción más viable?
P.V: En el partido hay muchísima resistencia por
permitir que el jefe de Estado escoja al procurador. La opción de la
oposición, que es la que más gusta, tiene obstrucción de la academia.
Por último si se queda igual el sistema no logramos nada porque las
cortes seguirían politizadas. El partido no tiene acuerdo, es muy
difícil.