FARC y Santos destruirán las Fuerzas Militares
Por Ricardo Puentes
Periodismosinfronteras.org, 02/10/2014
El siguiente es el texto de la ponencia presentada ante la Escuela de Inteligencia y contrainteligencia del Ejército
Ante todo, quiero agradecer la gentil invitación de los oficiales y
suboficiales de nuestro Ejército, así como darles la bienvenida a los
delegados internacionales que se encuentran en este recinto.
En Colombia, al igual que en varios países de Latinoamérica, el
comunismo internacional se ha empeñado en destrozar desde adentro a la
única talanquera que puede ponerles freno a sus intenciones: el
ejército.
Habiendo tenido éxito en varias naciones de la región, Colombia se
conserva como reducto, como bastión de la lucha por la democracia, que
es la misma lucha anticomunista.
En esa búsqueda de destruir al Ejército, el comunismo internacional
descubrió que puede exterminarlo más fácilmente en un área que no es el
campo de combate. ¿Dónde..? En los tribunales… en lo que hemos dado en
llamar: “Guerra jurídica asimétrica..”, una guerra que cuenta con la
bendición del actual presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y su
fiscal de bolsillo, Eduardo Montealegre.
¿Cuándo comenzó esta tendencia?
Primero haré una breve reseña histórica de cómo llegamos a este punto. Y
luego consideraremos un caso emblemático de esta guerra contra nuestro
ejército: El caso del Palacio de Justicia.
Recordemos que durante el siglo XIX, la guerra se convirtió en una
aventura de la clase alta, que buscaba afianzarse con el control
político de las regiones. Las clases inferiores veían en el servicio
militar un peldaño para subir de escala social, y este natural deseo era
bien aprovechado por los dirigentes políticos que arrastraron tras de
sus luchas militares a campesinos y demás descastados ansiosos por salir
del anonimato y la pobreza.
Por eso, cuando los rebeldes ganan la guerra contra el ejército
legitimista, no hay una diferenciación clara entre lo civil y lo
militar. Los “civilistas” reclamaban su derecho a gobernar, y los
“militaristas” hacían lo propio recordando que habían sido ellos
quienes, con sus armas, habían ganado la independencia de España. La
situación provocó no pocas tensiones y resquemores. Esto sumó
aditamentos para las guerras civiles que se libraron después de la
Independencia y que se prolongaron hasta comienzos del siglo XX,
Las tensiones y enfrentamientos entre “civilistas” y “militaristas”
también se produjeron en el interior de los partidos políticos trayendo
como consecuencia que los civilistas se reagruparan para hacerse al
control de las leyes y frenar las pretensiones de los militares en este
sentido.
Guerrilla liberal de Zipaquirá durante la Guerra de los Mil días
Si antes de la Guerra de los Mil Días no había honor ni mística militar
entre nuestros hombres de guerra –a excepción de casos extraños-,
durante ese lamentable episodio de nuestra historia esos conceptos
fueron olvidados totalmente corrompiendo los valores ciudadanos de la
naciente República.
La Guerra de los Mil Días se destacó por la sevicia, la crueldad y el
menosprecio absoluto por la vida. Los valores de la élite se trastocaron
totalmente y los adelantos militares fueron utilizados para cometer las
masacres más bárbaras que hasta entonces se habían conocido. Entraron
al juego la ametralladora y el rifle Mauser.
Si antes la clase alta consideraba la guerra como una oportunidad donde
podrían desplegar honor, ahora, a comienzos del siglo XX, solamente
Medardo Perilla Vaca, médico del ejército conservador muerto en la batalla de Gramalote durante la Guerra de los Mil Días
era una ocasión de la clase política para exterminar a los
contradictores. La clase alta, que en adelante se convertiría en la
“clase política”, además de gastar fortunas del fisco en comprar armas,
se hicieron a los medios de comunicación para usarlos como propaganda
para su causa.
Por supuesto, otras facciones también fundaron periódicos desde donde
criticaron el excesivo gasto militar. En las provincias, las armas
proporcionaban el control de la región, mientras que desde Bogotá se
intentaba controlar al país sin necesidad del uso bélico.
Fue el general Rafael Reyes, (presidente de Colombia entre 1904-1909),
quien atisbó la necesidad imperiosa de reglamentar la milicia. Decidió
profesionalizar las Fuerzas Militares y decidió traer desde Chile una
misión de asesores expertos en la materia y, a su vez, formados por el
ejército alemán a finales de 1890. Fundó la Escuela de Cadetes,
reorganizó el cuerpo de Cadetes, obligó a los oficiales a que tomaran
cursos de profesionalismo y organizó batallones de infantería, creando
unidades de caballería y artillería.
Para Reyes era sagrado el pago a los militares. Incluso, por encima de otros servidores públicos, como policías y maestros.
Los “civilistas” se asustaron del éxito del general Reyes en lograr un
progreso nunca antes visto en Colombia, y obligaron a que la Misión
Chilena renunciara acusando a Reyes de estar nombrando a sus amigos en
altos mandos militares, despreciando prometedores alumnos de la Escuela
de Cadetes. La clase política logró vencer a Reyes haciéndoles creer a
los colombianos, mediante la prensa en su poder, que los militares eran
un grave peligro para el país.
Por ello, desde 1909 y hasta los años cuarentas, el ejército no gozó de
popularidad ni favor de los gobiernos. Los militares eran vistos con
recelo y cierto temor. Si bien antes los propietarios acudían al
ejército para solucionar sus diferencias, después de la salida de Reyes
de la presidencia, ellos recurrieron a la Iglesia Católica para esos
menesteres. Así, los cuarteles importantes solo permanecieron en
ciudades secundarias para la época, como Cali y Barranquilla, donde la
Iglesia no podía garantizar la seguridad.
General Rafael Reyes
Después de Reyes, los siguientes gobiernos redujeron el gasto militar y
obligaron a que el reclutamiento fuera nacional; esto, para impedir que
los militares permanecieran en sus regiones y pudieran ser utilizados
por los gamonales regionales para sus propósitos.
Desde esa época se llenó a los militares con promesas de pagos justos,
viviendas dignas y condiciones favorables. Pero, como hasta hoy, siempre
se les incumplieron dichas promesas.
Durante esos años, también, los ascensos no dependieron del presidente
de turno. Esto para evitar cualquier alianza peligrosa que los
perpetuara en el poder. El ejército fue desprestigiado por la gran
prensa, que era liberal, y desde entonces las Fuerzas Militares
recibieron apoyo solamente del Partido Conservador. Aunque esto afectó
negativamente al conservatismo, de quien la prensa decía que buscaba la
alianza de los militares para ganar el poder por la fuerza –algo falso-
el Partido Conservador no quitó su apoyo a la institución y defendió
desde sus puestos de control las partidas presupuestales para salarios,
uniformes y capacitación.
Con lentitud, el ejército fue tomando vida propia. Definió sus
jerarquías y reglamentó sus propios mecanismos para ascensos. Se
profesionalizó el cuerpo y, como ya poco participaban en política, los
civiles les fueron perdiendo el temor.
Los oficiales se dieron cuenta de que si no opinaban no tendrían
problemas con nadie. Pronto se aislaron del interés por la agitada vida
civil y electoral.
Entre 1911 y 1920, nuestro ejército apenas tenía 6.000 hombres
distribuidos en tres Divisiones (Bogotá, Barranquilla y Cali), con dos
Brigadas de infantería y unidades de caballería y artillería en cada
División. En 1927, Colombia tenía el ejército más reducido y un
presupuesto militar que era el más bajo –proporcional a su población- en
toda América del Sur.
Aunque entre la clase política colombiana se veía con temor el
belicismo de Venezuela y Ecuador, los problemas internos de esos países
hicieron que se sintiera cómoda y relajada, y que no viera la necesidad
de proteger las fronteras. Los dirigentes políticos confiaban en que la
diplomacia resolvería cualquier situación de guerra con esos países, en
caso de que ésta se presentara.
Colombia gozó de suerte en esos años ya que, efectivamente, no hubo
necesidad de numerosas tropas para sortear algunos eventos internos como
la rebelión indígena de Quintín Lame y una banda venezolana que
intoxicaba indios en la Guajira para convertirlos en especies de
“zombis” que eran llevados a trabajar como esclavos en las haciendas de
Venezuela.
El propósito de la clase política era destruir anímicamente al
ejército, cosa que se logró relativamente fácil. La moral del ejército
entró en picada y los años dorados de la época de Reyes pronto se
olvidaron. En 1924, para darles una idea, nuestra caballería tenía 300
hombres, 50 caballos y 70 sillas para montar. Una vergüenza de ejército.
No había profesionalismo ni calidad en el ejército de esos años.
Por ello en ese mismo año, 1924, un grupo de jóvenes oficiales se quejó
por la disparidad de los militares con otros servidores públicos;
protestaron por las promesas incumplidas y la indiferencia de los
civiles ante la situación de las Fuerzas Militares.
Este inicio de Golpe de Estado fue resuelto fácilmente: se enviaron a
los oficiales a sitios inaccesibles y se introdujeron unas reformas muy
pequeñas en la seguridad social de los militares.
Para esa época, Colombia entraba en una crisis financiera. Los precios
internacionales del café cayeron y las predicciones de una falsa
bonanzas petrolera hicieron que la clase dirigente se confiara, y que el
Partido Conservador se viera amenazado por el resurgimiento de las
antiguas rivalidades.
Los dirigentes políticos de ambos partidos se lanzaron como rapiña para
obtener el control en las administraciones departamentales y en zonas
donde se planeaban invertir préstamos multimillonarios internacionales,
todos basados en la creencia de que habría una superproducción petrolera
igual a la venezolana,
Como no hubo tal bonanza petrolera, el Congreso se lavó las manos e
inició un debate al gobierno conservador de Abadía Méndez. Éste, en
cambio de actuar con inteligencia, comenzó a repartir la construcción de
obras civiles entre contradictores y seguidores, con el ánimo de ganar
adeptos.
Jorge Eliécer Gaitán.
El Partido Conservador, ya dividido y desmoralizado por la traición de
Abadía, terminó de ser golpeado debido al debate que Jorge Eliécer
Gaitán dirigió contra el gobierno a causa de la represión militar de una
huelga de empleados bananeros de la United Fruit. El comunismo
internacional ya pisaba fuerte en Colombia.
Era el año 1928 y el ejército comenzaba a recuperar la influencia política que había perdido desde la caída de Reyes.
El general Ignacio Rengifo, también abogado, era el Ministro de Guerra
de Abadía Méndez, y comenzaba a ganar prestigio debido a sus fuertes
convicciones en contra del comunismo que empezaba a apoderarse de
sindicatos y asociaciones de campesinos e indígenas en el país.
Aprovechándose de la recesión mundial de los años veinte, los
comunistas aglutinados en el Partido Revolucionario Socialista empezaba a
generar simpatías entre la población con los discursos de los líderes
de ese movimiento que prometían salida de la crisis exagerando
dramáticamente la responsabilidad del Partido Conservador en ella, y la
ineficacia del Partido Liberal para conglomerar el descontento popular.
General Ignacio Rengifo
El general Rengifo era consciente de los planes de los bolcheviques
para desestabilizar la región y apoderarse de Colombia debido a su
privilegiada y estratégica posición geopolítica. Rengifo alertó por
todos los medios sobre el peligro que se cernía sobre el país, debido a
una ola violencia que estaba planeando la Internacional Comunista, pero
las élites no creyeron en sus avisos.
Por el contrario, la clase política dirigente acusó al general Rengifo
de buscar poder político con sus pretensiones de aumentar el número de
efectivos del ejército. Aprovecharon las noticias de los refugiados
venezolanos sobre los desmanes de José Vicente Gómez, militar y político
de Venezuela a quien señalaban como tirano.
Como el general Rengifo gozaba de apoyo popular, el comunismo se alió
con la prensa liberal y entre ambos lanzaron una campaña de desprestigio
en contra suya. Campaña que llegó a su punto más alto en una trampa que
le montaron: la huelga bananera de los empleados de la United Fruit,
cuyo desacertado manejo ocasionó la muerte de siete empleados a manos
del ejército. Este hecho fue aprovechado por el comunismo y sus aliados
en la prensa, de tal manera que publicaron que la cantidad de muertos
había ascendido a más de 1.000. Hasta hoy en día a ese desafortunado
episodio se le conoce como “La Masacre de las bananeras” y ha sido
sobredimensionado por el amigo de Fidel Castro, Gabriel García Márquez,
en sus relatos. La huelga había sido manipulada por los comunistas, que
lograron mediante violentas acciones de los trabajadores la reacción del
ejército. El comunismo logró lo que buscaba. Y eso sería un simple
ensayo para la violencia que desataría años más tarde al asesinar al
líder Jorge Eliécer Gaitán.
Casi al igual que hoy, la opinión pública de esa época era fácilmente
engañada, así que los siete muertos fueron convertidos por El Tiempo y
El
Gonzalo Bravo Pérez
Espectador en una espantosa masacre del ejército contra humildes y
desarmados trabajadores. Para colmo de males, un grupo de estudiantes
pertenecientes a la clase dirigente, en solidaridad con lo que creían
que de verdad había sido una masacre, y buscando réditos políticos, se
lanzan a las calles bogotanas a protestar. Entre ellos está Gonzalo
Bravo Pérez, estudiante universitario hijo de un acaudalado empresario
pastuso que era, además, amigo personal del presidente Abadía.
La manifestación se salió de control y la policía disparó contra los
estudiantes, matando al estudiante Bravo Pérez, cuya muerte es usada
hasta hoy día por los comunistas como símbolo del martirologio
estudiantil.
Debido a que el estudiante pertenecía a la élite, organizaron en el Gun
Club el ultimátum al presidente Abadía, quien estaba aterrado porque un
movimiento similar había derrocado al general Reyes, así que retiró a
la policía de la calles de Bogotá ordenando el acuartelamiento del
ejército.
Los miembros del Gun Club, manejados como títeres por el comunismo
internacional, le exigieron a Abadía el retiro inmediato del enemigo
número uno de los intereses bolcheviques: el General Rengifo.
Rengifo, también acosado por Jorge Eliécer Gaitán quien buscando
también réditos políticos cometió el error de acusar infamemente al
general por una masacre inexistente de miles, fue destituido
fulminantemente, dejando de ser un contrincante fuerte en las elecciones
que se avecinaban. El Ministerio de Guerra pasó a manos de un civil,
otro títere del comunismo que aprovechó para reducir el presupuesto de
la defensa y el gasto militar a su más mínima expresión.
Alfonso López Pumarejo, Enrique Olaya Herrera y Eduardo Santos
Olaya Herrera, instrumento contra el Ejército. En diciembre 13 de 1929
se reunieron en las oficinas de El Tiempo, ilustres miembros de la
masonería y devotos del socialismo. Estaban Eduardo Santos, Gabriel
Turbay, Francisco José Chaux, Roberto Botero Saldarriaga, Luis Cano,
Luis E. Nieto Caballero. Turbay representaba a un grupo de académicos de
la Universidad Externado que desde las aulas del claustro habían
divulgado un manifiesto de adhesión al Partido Comunista, ideología que
ya tenía bastantes adeptos en el Partido Liberal. En esa reunión
escogieron a Olaya como su candidato.
Las condiciones estaban dadas para que el Partido Liberal, con el apoyo
de los comunistas, llegara al poder. Al otro día, el 14 de diciembre de
1929, El Tiempo le impone a los colombianos el nombre de Olaya Herrera.
Así es que fue posible que Enrique Olaya Herrera llegara al poder, en
1930, apoyado por los movimientos comunistas que, seguros ya del triunfo
de Olaya, salieron del anonimato y fundaron el Partido Comunista
Colombiano el julio 17 de 1930, a escasas dos semanas de que Olaya se
posesionara. La alianza del Partido Comunista con el Partido Liberal, ya
infectado por el bolcheviquismo y animado por las ideas de Haya de la
Torre, lograron subir al poder a Enrique Olaya Herrera terminando más de
40 años de hegemonía conservadora. Pero esta alianza desencadenaría la
mayor de todas las violencias vividas hasta entonces en Colombia.
Asustado por el inesperado ataque de Perú, Olaya nombró como ministro
al hijo del general Uribe Uribe, quien de inmediato armó el ejército
comprando aviones y armamento a Alemania, país que colaboró además con
los pilotos de guerra. El conflicto se ganó gracias a la acción de los
bombardeos. Inexplicablemente, Olaya no permitió que la Fuerza Aérea
colombiana, superior en todo sentido a la peruana, bombardeara las bases
militares de Iquito.
Bueno.. no es tan inexplicable….
La guerra hizo que los colombianos nuevamente amaran y se unificaran en
torno a su ejército. Los cuarteles se vieron sobresaturados con
voluntarios que deseaban ingresar a las fuerzas militares. Las familias
ofrecían voluntariamente sus joyas para que su venta fuera destinada a
dotar al ejército.
López Pumarejo, delegado presidencial, y quien sería el próximo
presidente, a pesar de estarse ganando la guerra, fue hasta Perú para
negociar la paz. Los conservadores vieron en esto gesto un acto de
debilidad y protestaron por la asistencia del gobierno colombiano a Rio
de Janeiro a firmar un acuerdo con Perú que era lesivo para la nación,
Con más de 200 aviones bimotores y trimotores, aviones de bombardeo y
caza, aeródromos, comunicaciones inalámbricas, el conflicto se ganaría
en menos de un mes… pero el gobierno prefirió hace un acuerdo
diplomático con Perú.
Efectivamente, el acuerdo de fronteras fue lesivo para Colombia. El
Acuerdo de Rio revisó parcial y superficialmente los términos
fronterizos demarcados y rápidamente se ratificó el Tratado
Lozano-Salomón. Y el gobierno Olaya canceló el tema. Se sacrificó el
interés nacional en aras de una paz diplomática
Tropas colombianas bombardean posiciones peruanas en la Guerra entre Colombia y Perú
El gobierno de Olaya Herrera fue continuado por otro masón comunista
que militaba en el Partido Liberal: Alfonso López Pumarejo, gracias a un
fraude electoral orquestado por el partido Liberal y los comunistas
unidos en lo que Olaya llamó “Concentración Nacional”, un gobierno de
unidad apoyado por algunos conservadores que traicionaron a su partido
ordenando abstención total, lo cual permitiría la llegada al poder de
López.
Para apoyar a Olaya, el comunismo le había exigido varias cosas que se
resumirían en una: apabullar aún más al ejército. De 8.000 soldados que
había en 1929, meses después de su posesión Olaya había reducido la
tropa al número ridículo de 4.500 efectivos. Lo equipó con rifles y
pistolas obsoletas, armamento que el presidente sacó de almacenes donde
las tenían desde 1918. Las municiones las hacían en Bogotá muy
rudimentariamente. Muchas unidades militares carecían hasta de cocina de
campo. Lo más lamentable, más de tres cuartas partes de los soldados
eran totalmente analfabetas.
Olaya aprovechó e introdujo hombres de filiación liberal socialista al
ejército. Llamó a calificar servicios a varios generales veteranos, y
ascendió rápidamente a sus hombres “infiltrados” allí con las
instrucciones de que estos, a su vez, apoyaran también la entrada de
nuevos oficiales de ideología liberal socialista a las Fuerzas Armadas.
De aquí en adelante, el comunismo siempre ha estado ligado al poder en Colombia, con algunas rarísimas excepciones.
Durante la segunda presidencia de López Pumarejo, renuncia y asume
Alberto Lleras Camargo. El partido liberal se divide para las nuevas
elecciones con dos candidatos liberales fuertes: Gabriel Turbay, enemigo
del ejército, de quien hablamos ya, y Jorge Eliécer Gaitán. Debido a
esta división, el Partido Conservador gana de nuevo la presidencia, en
manos de Mariano Ospina Pérez.
Fidel Castro, Enrique Ovares (presidente de la federación universitaria
de estudiantes cubanos) y jorge Menvielle estudiante mexicano
comunista, cumpliendo su labor en lo que se conoció como El Bogotazo
Y llega 1948. Gaitán, ansioso de ser presidente, y con amplio respaldo
popular, había hecho alianzas con el partido comunista. La idea era
sabotear la IX Conferencia Panamericana para que el pueblo se aglutinara
alrededor del candidato Gaitán y se allanara sin dificultades su camino
a la presidencia.
Cuando Gaitán descubrió que las intenciones del comunismo eran generar
caos y muerte en Bogotá, quiso hacerse a un lado. Les dijo que no
participaría en esa hecatombe. Pero era demasiado tarde para retirarse.
El partido Comunista vio una oportunidad única. Podría generar una
violencia aún más sangrienta cumpliendo un doble propósito: el saboteo a
la IX Conferencia panamericana, y el ajusticiamiento de Jorge Elíecer
Gaitán, quien los había traicionado.
Para ello, Fidel Castro viaja a Colombia. Es el encargado de desatar el derramamiento de sangre que desde entonces sufrimos.
Para no alargarnos más en la triste historia de Colombia, avancemos
varias décadas y ubiquémonos en otro momento durísimo para Colombia, ese
que produjo la Constitución de 1991.
Antes de 1991, como lo dijimos, el comunismo aliado con el Partido
Liberal había colocado varios presidentes afines a los ideales
bolcheviques. Y también ya tenían algunos altos oficiales en las Fuerzas
Militares.
Siendo presidente el conservador Guillermo León Valencia, le
correspondió combatir a las nacientes FARC, ya comandadas por Manuel
Marulanda Vélez, alias Tirofijo, un matón a sueldo del comunismo
encargado de organizar la banda terrorista. A punto de ser exterminados,
los guerrilleros contaron con los buenos oficios de un general
procomunista que los salvó avisándoles del bombardeo que los acabaría.
Alfonso López Michelsen y Fidel Castro, una amistad que llenó de sangre a Colombia
Después de eso, las guerrillas gozaron de los afectos y apoyos de casi
todos los presidentes hasta esta época. Carlos Lleras Restrepo, amigo de
las FARC; Misael Pastrana Borrero con amigos de las FARC y el ELN,
Alfonso López Michelsen del ELN. Luego llega Turbay Ayala quien combatió
la subversión pero se postró por intereses monetarios empezando a
regalar indultos.
Luego viene Belisario Betancur, socialista bajo el disfraz de
conservador, quien indultó y amnistió a todos los guerrilleros de todas
las bandas. Gracias a él salieron de las cárceles todos los bandidos y
los campos se llenaron nuevamente de violencia. Fue durante su gobierno
que sucedió el asalto al palacio de Justicia.
Poco después llega al poder Virgilio Barco, un hombre que combatió a
los bandidos pero que, debido a su mal de Alzhaimer, estuvo incapacitado
para gobernar, cosa que aprovecharon sus consejeros, aliados del
comunismo, para empezar a cocinar la idea de una nueva Constitución que
permitiera el entronizamiento definitivo del comunismo en Colombia.
Aparece después César Gaviria. Y es él el encargado de convocar a una
Asamblea Nacional Constituyente acomodada a la banda terrorista del
M-19, la misma que asaltara el Palacio de Justicia y que fuera indultada
por Belisario y Gaviria.
Enrique Santos, de los fundadores del M-19, hermano de Juan Manuel Santos, y su gran amigo, el terrorista Tirofijo
Foro de Sao Paulo. Todo esto coincide con un evento de suma
importancia. Yo no guardo ninguna duda. Lo que sucede en Venezuela hoy,
lo que está sucediendo en Colombia, tiene un sello inconfundible: Foro
de Sao Paulo. Muchos han escuchado de esta organización, pero pocos
saben acerca de su real peligrosidad.
El Foro de Sao Paulo es creado en 1990 por Fidel Castro, con el
propósito de ser un aparato unificador del comunismo en toda la América
Latina. Su intención fue dar nuevo aliento al régimen comunista de Cuba
tras la caída del muro de Berlín y el descenso en picada de la Unión
Soviética. La idea, en 1990, era tomar inicialmente el control de dos
países poderosos de Latinoamérica: Brasil y Venezuela, para desde allí
financiar la rendición del resto de América latina a los pies del
castrocomunismo.
Siendo el Foro de Sao Paulo una organización decisiva, necesita dentro
de cada país el apoyo resuelto de organizaciones no gubernamentales que
son las que brindan el músculo político, y que a su vez son apoyadas por
organizaciones internacionales con apariencia de legalidad. Son miles y
miles de estas organizaciones con los más variados fines en su
superficie: feministas, ambientalistas, colectivos de abogados,
defensores de Derechos Humanos, homosexuales, indigenistas, activistas
de todo tipo. Junto a estas ONG, están los medios de comunicación que se
movilizan en masa para defender los intereses de estas organizaciones
y, por ende, del Foro de Sao Paulo.
Todo esto logra amplio apoyo popular ya que el castrocomunismo tiene un
control mucho más importante que todos los mencionados.. un control
cuya existencia pocos reconocen: La ideología.
El castrocomunismo se encuentra por toda nuestra América Latina,
infiltrado en universidades, colegios, gremios de artistas e
intelectuales, academias.. Desde allí han controlado la ideología que
guía todos sus fines perversos, implantan las premisas filosóficas del
indigenismo, la etnicidad, con la idea torcida de que el hombre está
definido por su raza, por su línea sanguínea, en vez de estarlo por la
capacidad de razonar. La etnicidad y el indigenismo han sido utilizados
para fragmentar las naciones donde quiera que tienen la mala suerte de
tener miembros del Foro de Sao Paulo.. es decir, TODA América Latina.
Colombia, por ejemplo, basó su Constitución de 1991 (ideada y llevada a
cabo por el terrorismo del M19 conducido de la mano por Castro,
proyecto concretado por César Gaviria Trujillo.) en estas premisas
excluyentes, con el fin de crear zonas, regiones donde el comunismo
pueda actuar libremente, burlando la soberanía de las naciones. De allí
salen las Zonas de reserva Campesina y los territorios autónomos de las
negritudes.
La ideología castrista es la confluencia de la izquierda y los grupos
terroristas de toda Iberoamérica. Esa ideología es una mescolanza de
indigenismo, teología de la liberación, defensa medioambiental. Pero
todos tienen en común la defensa de la Cuba castrista.
Los miembros del Foro de Sao Paulo reciben orden de realizar
manifestaciones, marchas patrióticas, ejercer presión política
internacional, y enviar ayuda financiera al régimen de Castro. Quienes
llegan a acceder a órganos de poder en sus respectivos países, también
cumplen con esta religiosa obligación. La financiación del Foro de Sao
Paulo, para el caso de Colombia, viene del narcotráfico. Ahí tenemos el
cartel de las FARC.
César Gaviria con sus amigos de las FARC. También están allí Jaime
Uribe, Manuel Marulanda, Alfonso López M., Jacobo Arenas, Jaime Castro,
Noemi Sanin, Pedro Gòmez, Padre Rafael García Herreros
Miremos cómo empezó a suceder esto.
Cuando se desmorona la Unión Soviética, y se termina el financiamiento
de la Internacional Socialista, los funcionarios cubanos de Castro
advirtieron a los miembros del Foro de Sao Paulo que debían adoptar “el
modelo del M-19”. Es decir, asegurar su autogestión por medio del
narcotráfico. De ahí el afán de legalizar las drogas.. de ahí el afán de
legalizar a los narcotraficantes de las FARC.. de ahí el afán por
destruir el ejército y beneficiar las zonas de reserva campesina,
corredores de movilidad y narcotráfico de estos bandidos.
Sabiendo que el Partido Comunista Cubano impulsó la fundación del Foro
de Sao Paulo, después de que el comunismo soviético se desintegró, los
grupillos y ong comunistas vieron peligrar su supervivencia financiera.
En 1990 el Partido de los Trabajadores de Brasil hace la Primera
Conferencia, y allí participan 40 organizaciones y partidos de 13 países
de Iberoamérica y el Caribe. Su fin: discutir cómo revisar la
estrategia comunista revolucionaria en medio de la crisis del socialismo
en todo el mundo.
Hoy también utilizan la minería ilegal, con ganancias astronómicas,
para financiar el terrorismo y la ideología en los países de
Iberoamérica.
Al principio, el Foro de Sao Paulo era algo así como un Frente Político
encargado de proponer acciones. Pero en poco tiempo Castro consolidó el
FORO como una estructura de mando bien centralizada, encabezada por los
más peligrosos grupos terroristas de América Latina, con el propósito
de reconstruir la caduca Internacional Socialista en este hemisferio,
bajo la dirección de Cuba. Y esto no lo digo yo.. fue planteado el
Congreso Intercontinental en enero de 1996.
Antes, en 1991 se elaboraron los estatutos y se eligieron los
directivos. Miren bien: Partido Comunista de Cuba, Partido de los
Trabajadores (Brasil), Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (EL
Salvador), Movimiento Bolivia Libre, Partido de la Revolución
Democrática de México. Los Tupamaros de Uruguay. En 1992 entraron a las
directivas la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala, un grupo de
terroristas que siguen las ideas de Sendero Luminoso.
Ya en 1995 a la dirección del Foro se sumaron los grupos
narcoterroristas de Colombia: FARC, ELN y M-19, aparentemente
desmovilizado), el Partido Laborista de Dominica, el Partido
Revolucionario Democrático de Panamá, y otros.
Foro de Sao Paulo reunido en abril de 2013 en Bogotá. Allí asistieron
Iván Cepeda, Navas Talero, Dussan, Clara López, Carlos Romero, delegados
de Jorge Enrique Robledo, etc., para planear las acciones
desestabilizadores de la marcha a favor de las FARC
La agenda común del terrorista Foro de Sao Paulo: El Foro de Sao Paulo
tiene una agenda común para la toma del poder. Una agenda que ayudó a
diseñar Ignacio Lulla da Silva, tan admirado por Henrique Capriles. La
agenda consiste en:
Trabajar por la Soberanía Limitada. En diciembre de 1992, Human Rights
Watch reveló un proyecto que venían trabajando. Se llamaba “Redefiniendo
la soberanía”, que dice que la soberanía “no debe ser un escudo detrás
del cual los gobiernos o grupos armados” se puedan esconder. Argumenta
ese proyecto que la soberanía debe tomar el asiento de atrás en “la
acción hemisférica colectiva”, en “el monitoreo de las elecciones”, en
la “resolución de conflictos”, “en la supervisión de diálogos y acuerdos
de paz”, y en la “defensa de los derechos humanos”, mediante la
supervisión y control de la OEA, la ONU, la Cruz Roja, Human Rights
Watch.. o cualquier otra organización supranacional.
El proyecto de 1992, que ya está en marcha, dice que las “naciones del
hemisferio deben promover activamente la solución negociada de los
conflictos guerrilleros que todavía existen en América Latina”. Es
decir, se promueven diálogos y acuerdos para suscitar la impunidad de
los terroristas y los mecanismos para permitir el acceso al poder con
los terroristas, aliados y miembros del Foro de Sao Paulo.
El modelo para lograr esto, dijeron en 1993, es el impulso de “Diálogos
de paz” mediante el cual se logran enormes victorias políticas, no
conseguidas en el campo de batalla armada, y el desmantelamiento
soterrado del ejército. Así lo hicieron en las “negociaciones de paz” de
El Salvador, donde las Naciones Unidas sirvieron de intermediarios para
la toma del poder por parte de los narcoterroristas del Frente de
Liberación Farabundo Martí.
Esto va acompañado, obviamente, de otras tácticas: El ejercicio de una
“Comisión de la Verdad”, que publique mentiras como si fueran verdades
oficiales. Aquí el M-19 pidió una Comisión de la Verdad que tuvo mucho
éxito… tanto que los terroristas andan sueltos, impunes, ejerciendo
cargos públicos y haciendo política, mientras los militares que nos
salvaron de esta atrocidad están presos, condenados de por vida a las
mazmorras.
Y ya vimos el informe en Colombia de la Comisión de Memoria histórica, dirigido por Gonzalo Sánchez.
Desmilitarización. El FSP dice que las naciones e Iberoamérica deben
“redefinir la misión” de sus fuerzas armadas, y reducir violentamente
los presupuestos militares. Esto, al tiempo que se deben reeducar a los
militares, introducirlos en la ideología marxista. Por esto es que vemos
a personajes como Alejo Vargas, Gonzalo Sánchez, León Valencia y otros
de la misma especie, dando clases a los oficiales de nuestras Fuerzas
Militares.
El Foro de Sao Paulo dice en 1993, en la declaración final de su cuarta
conferencia, en La Habana: “las Fuerzas Armadas constituyen una de las
amenazas más serias a la construcción de la democracia política en
Latinoamérica”. Tomas Borge, sandinista y miembro del FSP dijo que “los
ejércitos sólo sirven para dar golpes de Estado y para reprimir al
pueblo.. son un cáncer en nuestros países… no hay razón para que sigan
existiendo..”
Lulla da Silva, admirado profundamente por Capriles, dice en 1994:
“Creo que ya tenemos suficientes fuerzas armadas en el mundo.. Tenemos
que disminuir el aparato militar”.
Legalizacion de las Drogas. El FSP dice que la guerra contra las drogas
es un fracaso absoluto y que “debido a que los narcóticos son un
El senador Juan Manuel Galán consiguió su propósito de legalizar la droga en Colombia, un propósito del Foro de Sao Paulo
problema tan formidable, debe examinarse un rango amplio de alternativas, incluyendo la legalización selectiva…”
Ya desde 1995 Evo Morales, en ese entonces jefe de la CAPHC, dice que
aquellos que pelean contra el narcotráfico tienen una “mentalidad
hitleriana”, y que “defender la coca es defender la dignidad de la
soberanía nacional..”
Rigoberta Menchú, la estrella rutilante del mamertismo indigenista, le
pidió entonces a Evo que le preparara un documento que ella presentaría
ante la ONU para demostrar que la coca es un “recurso natural y cultural
de los pueblos andinos”, y para exigir una “acción urgente de la ONU
para defender su cultivo y consumo..” Hágame el favor…!
Política económica. El FSP defiende los acuerdos de libre Comercio, los
TLC sin restricciones de ninguna clase. ¿Por qué..? Porque estos
restringen la soberanía nacional. La intención oculta de estos TLC
indiscriminados, es limitar la elección soberana de las naciones
contratantes a fin de alcanzar beneficios establecidos de común acuerdo.
Es decir, el comunismo castrista ataca en el papel el libre comercio
del neoliberalismo, pero comparte totalmente su enfoque. Apoyan el Fondo
Monetario Internacional y la entrega de la soberanía a organizaciones
internacionales de política económica. Lulla Da Silva, admirado por
Capriles, dice que “se debe apoyar esto porque es socialismo práctico,
para adaptarse a la realidad mundial”. Navarro Wolf, del M-19, dice que
“Alabo al Fondo Monetario Internacional por haber puesto disciplina en
el manejo monetario, y eso ayuda a la integración.. Yo diría –dice
Navarro- que esa es la parte positiva del neoliberalismo que forzó a los
empresarios a ser más responsables.”
Nancy Pelosi, Piedad Córdoba y James McGovern
Apoyo al régimen de Castro. Aunque a ustedes les parezca extraño, hay
funcionarios estadounidenses afectos a los Castro. Hacen lobby para
adelantar negociaciones en la trastienda con el régimen de los Castro
con el fin de normalizar las relaciones con Estados Unidos.
El argumento con el que basan tales pretensiones, es que “el régimen de
Castro ya no es una amenaza de seguridad convencional e ideológica para
ningún país vecino, y ciertamente no para los Estados Unidos.. Además
–dice el informe de 1995- Cuba ha reducido su interferencia en los
asuntos de otras naciones…” Eso lo dijeron en 1995. Pregunten hoy a
Venezuela.. pregunten a Colombia…!
Dicen los propagandistas del FSP, que los candidatos de izquierda “no
buscan usar la democracia como una vía para el socialismo..” Pregunten a
Venezuela.. Pregunten a Colombia.
Dicen también que -y esto lo dijo en 1993 Jorge Domínguez, miembro del
Grupo Especial de asuntos con Cuba- : “Cualquier duda que uno pueda
tener sobre cualquiera de los candidatos (de la izquierda del FSP) es
pueril, ellos no están haciendo ahora lo que hacían antes.. Navarro Wolf
no está disparando a nadie más.. no está poniendo bombas por ahí.. Lo
mismo aplica a una variedad de otros grupos que han dejado la
violencia…” Eso dijo Dominguez en 1993.. y eso mismo dicen hoy los
terroristas disfrazados con traje de corbata.
Los guerrilleros de hoy son campesinos, políticos e intelectuales de
día, mientras que en la oscuridad siguen amenazando la democracia de
Colombia, planeando atentados, traficando con coltán o con coca,
ordenando asesinatos selectivos, planeando emboscadas, atentando contra
opositores al régimen de sus afectos. Y todo lo hacen cubiertos con el
paraguas de la legalidad.
Entonces, queridos amigos, la amenaza que se cierne sobre las naciones
de América Latina, ya mayormente conquistadas por la supranacional
narcoterrorista llamada Foro de Sao Paulo, es algo palpable y espantoso.
Ya nos quitaron mar territorial.. van por el archipiélago de San
Andrés, por el Urabá, por la Guajira y por el Catatumbo.. todas regiones
vitales para su proyecto expansionista y criminal.
Ya cayó Venezuela. Colombia se mantiene de pie, a pesar del camarada
Santos, alias “Santiago”. Pero no por mucho tiempo. A las puertas del
horno ya está otras nuevas amnistías e indultos para los peores
criminales de Colombia, para los más apátridas y sanguinarios. Ya se la
dieron a los del M-19 y hoy tenemos los resultados: Persecución judicial
infame contra los mejores combatientes de nuestras Fuerzas Militares,
socavación de nuestros valores, control sobre el sistema educativo y
judicial, control de universidades y colegios, alcaldías, gobernaciones e
institutos descentralizados para usar los recursos públicos como caja
menor del terrorismo. También se han convertido en referentes morales e
ideológicos, y esto lo hemos aceptado como si fuera asunto de poca
monta. Los del M-19, salvo un par de casos excepcionales, jamás se
desmovilizaron en realidad ni abandonaron su lucha para lograr el poder y
postrar a Colombia a los pies del comunismo.
Ya cayó Venezuela. Y el puntillazo final para Colombia lo propinará
Juan Manuel Santos y su sanedrín de traidores, con cúpula y todo, al
entregar nuestro amado país en las fauces de los criminales de las FARC
que, al igual que los del M-19 se convertirán en nuestros congresistas,
nuestros alcaldes, nuestros maestros, nuestros líderes espirituales,
nuestros ejemplos de virtud, decencia y honestidad.
El comunismo internacional, en todos los años pasados, no había podido exterminar al ejército. Y se inventan una nueva
Eduardo Montealegre, Fiscal General de la Nación empecinado en destruir
el ejército, y el terrorista amnistiado del M-19 Antonio Navarro Wolf
Estrategia: La guerra jurídica.
Para ello, sabían que debían tener control de las entidades de
investigación y justicia. Aunque ya las fuerzas armadas estaban
infiltradas, su poder en la rama judicial era nimio.
Así, cuando la Constitución de 1991 crea la Fiscalía General de la
Nación, el M-19 exige cumplimiento a los acuerdos secretos con Gaviria. Y
así pueden tomar los puestos de control de esa entidad. Amén de cargos
como jueces y magistrados.
Desde entonces, la Fiscalía General de la Nación se ha dedicado casi
que exclusivamente a poner tras las rejas a los oficiales más destacados
en la lucha antiguerrillera y antinarcotraficante.
Enrique Santos, hermano del presidente actual, como miembro del M-19 en
las sombras, se encargó de utilizar el diario El Tiempo para hacer
propaganda de las actividades terroristas de esta banda, cosa en la que
también ayudó mucho El Bogotano, otro diario capitalino dirigido por
Consuelo de Montejo, también subversiva y patrocinadora de los
delincuentes. Esa estrategia mediática logró el efecto deseado por estos
bandidos: engañar a la opinión pública y conseguir respaldo popular a
las fechorías demenciales del M-19. Cada vez que el M19 asesinaba
militares, policías, sindicalistas y civiles, la prensa titulaba las
masacres como si fueran una hazaña de los homicidas. Y el público,
enardecido por la propaganda, aplaudía con frenesí por cada militar
masacrado por estos infames.
Por ello, la gran prensa se ha ensañado contra militares como el
general Arias Cabrales y el coronel Plazas Vega, que salvaron al país de
caer en la dictadura comunista que planeaba el M19 cuando asaltó el
Palacio de Justicia a sangre y fuego.
Y no solamente la gran prensa. La “justicia” igualmente secuestrada por
los grupos terroristas que fingieron su desmovilización, han utilizado,
como ya lo dijimos, la sagrada institución de la Justicia para cometer
sus fechorías.
Dos miembros de la terna que dispondría sobre la suerte del coronel
Plazas Vega, cercanos al M-19, decidieron –sin leerse el proceso- que
Alfonso Plazas Vega era culpable. Porque sí, porque les dio la gana.
En cambio, Hermens Darío Lara, el magistrado ponente, se dedicó varios
meses al estudio juicioso del proceso y llegó a la conclusión de que
Plazas Vega era inocente, más allá de toda duda. Lara Acuña no encontró
una sola fisura que le llevara a condenar al coronel.
Pero para la justicia mafiosa eso no importa. Con descaro y desparpajo,
restregándonos su omnívoro poder, nos dijeron que ellos, los
terroristas, pueden hacer lo que se les venga en gana en este país.
Pueden colocar presidentes, pueden nombrar jueces y fiscales, pueden
comprar periodistas, pueden ordenar muertes y condenar a cadena perpetua
a quien les plazca.
Mientras los colombianos se dedican a mirar partidos de fútbol,
“realities” donde los aberrados y las rameras son admirados, los asuntos
verdaderamente importantes, como el tema de la justicia, o el de la
impunidad para más terroristas, son ignorados.
Mientras héroes como Plazas Vega y Arias Cabrales son refundidos en
calabozos, terroristas como Gustavo Petro son elegidos como gobernantes
permitiendo que disfruten su victoria ahogándose en whisky y en
relaciones con locas. O como Antonio Navarro a quien la prensa empieza a
hacerle propaganda para convertirlo en presidente.
Entretanto, las familias de los militares que impidieron que Pablo
Escobar y el M-19 montaran su régimen terrorista en Colombia, hoy están
pasando penurias. Sus vidas fueron destrozadas y ese tiempo de dolores,
lágrimas y angustias jamás podrá ser recompensado.
Como cereza del ponqué. A que no adivinan quién estuvo en la
presidencia del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, el grupo que
se encarga de levantar falsos testimonios y de acusar en contubernio
con la Fiscalía, a nuestros militares.
Alirio Uribe Muñoz, antiguo terrorista del M-19, presidente del
Colectivo Alvear Restrepo, desde donde se dedicó a perseguir militares
como el Coronel Plazas Vega, es hoy congresista de Colombia
Pues es nada más ni nada menos que Alirio Uribe Muñoz, un guerrillero
del M-19 que fue encargado, días antes del asalto al palacio de
Justicia, de generar desorden civil. Alirio Uribe estuvo involucrado en
un asalto a un camión de leche que generó en varios muertos y heridos,
civiles secuestrados, detonaciones de granadas, etc. Hoy en día, Alirio
Uribe Muñoz es congresista de Colombia.
Y a nadie le parece extraño. Todos se han confabulado para destrozar al
ejército. Tienen a los acusadores de la parte civil, supuestos
defensores de Derechos Humanos (el colectivo de abogados). Tienen al
ente investigador, La Fiscalía, infiltrada totalmente por ellos. Y
tienen a jueces, ex guerrilleros, bandidos indultados, juzgando sobre
quienes los combatieron.
Como lo dijo acertadamente el general Jaime Ruiz Barrera: Los bandidos,
los enemigos a quienes combatimos y vencimos, hoy nos están juzgando.
Y Juan Manuel Santos, cooptado por el tirano Fidel Castro desde
mediados de los noventas, bajo el alias de “Santiago”, está a punto de
cumplir el sueño asesino de los comunistas del Foro de Sao Paulo: No
solamente destruye al glorioso Ejército de Colombia, sino que sus
victimarios terminarán, como Alirio Uribe Muñoz, dirigiendo los destino
de la patria y diseñando leyes para aniquilar las Fuerzas Militares.
Lo hemos advertido muchas veces..
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